Juan no se fijaba en María, pero
María se propuso conquistar su amor, como fuera. Él llegaría a sentir esas
inconfundibles mariposas en la panza. ¿Mariposas? Ahí estaba la solución.
María logró atrapar a tres,
vivas. Con una receta de la abuela, las durmió, las plegó por sus alas y las
hizo un pequeño rollo de colores. Como si hibernaran.
Con sumo cuidado, preparó
unos bocadillos dulces, muy dulces. Bien disimuladas, les introdujo las
dormidas mariposas e invitó a Juan al festín.
Ella debía estar presente cuando despertaran.
Así fue como Juan, mientras degustaba y miraba a María, comenzó a sentir esas
inconfundibles mariposas en la panza.
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