¿Por qué "Lecturas Peregrinas"? Porque en este blog se escribe sobre las lecturas que llevan,
o bien a otro texto,
o a alguna música,
a alguna pintura...
que despiertan el deseo de investigar más...
Borges y la literatura japonesa
[La experiencia lectora de un taller dedicado al autor]
Iniciamos
nuestro taller borgeano el 15 de mayo de 2017, Thelma, Hilda, Elsa, Marisa y
yo. Con todas las expectativas, con todas las ganas y con todo el placer que
nos producen las lecturas con algún grado de dificultad. Por eso, les
recomendamos que, a la par de este escrito, lean los textos citados, porque en
ellos está la magnífica belleza y la verdadera esencia de lo que queremos
compartir.
El tema elegido
fue “La marca del cuchillo”, basado en el primer capítulo del libro “Realidades
y simulacros” de Daniel Balderston[1].
Aprendimos que las cicatrices pueden ser símbolo de heroicidad o traición. Que
tienen una importancia singular en los textos clásicos, como los de Dante
Alighieri, la Biblia, Cervantes, Stevenson, etc. Balderston señala como
paradoja el hecho de que Borges siendo tan intelectual, pueda admirar el
ambiente malevo, cuchillero, que representan para él una virtud especial: el
coraje.
Leímos “El
incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké” del libro de Borges “Historia
universal de la infamia”[2], donde la
herida en el rostro de un déspota permite, años después, reconocerlo y hacer
justicia por sus maldades. Borges utiliza la palabra ‘rubricar’ para describir
el momento en que se hace la herida, como sinónimo de una escritura indeleble
que quedará para siempre en el rostro del lastimado. En este cuento, la
cicatriz ‘escrita’ en la mejilla, marca la cobardía y la traición.
Aquí floreció
una vez más, la magia de nuestro taller: el sábado siguiente pasaron por
televisión la película “La leyenda del Samurai – Los cuarenta y siete Ronin”.
Decimos así, porque varias veces ha ocurrido que un tema que estamos tratando,
surge a la par en otro medio: un libro, una entrevista, un programa radial o
televisivo, una película, un documental, en Internet, etc., como si las musas
literarias quisieran que profundicemos en esas memorables historias.
“La forma de la
espada”[3] fue el
segundo cuento de Borges, de su libro “Ficciones” que ahonda en el tema y que leímos
en el tercer encuentro. En este caso, el portador de la cicatriz es un irlandés
quien, además de traicionar, toma la identidad de uno de sus salvadores,
durante la guerra civil en Irlanda, allá por la década de 1920. Pero la marca
en su cara, la rúbrica, es una afrenta que hace que se condene a sí mismo.
Sin embargo,
Balderston destaca que los conocimientos de Borges sobre Japón, le han llegado,
diríamos, de segunda mano, por sus lecturas de antiguos textos japoneses recopilados
por Algernon B. F. Mitford, los “Cuentos del viejo Japón”. Simbólicamente, se
denomina este hecho como ‘cicatriz europea’, porque Europa fue algo así como
una intermediaria entre Japón y Latinoamérica. Luego, Borges buscaría
directamente una experiencia con autores japoneses, para, al fin, en 1979,
viajar a Japón y conocer su cultura de primera mano.
Fue así como
desmenuzamos el texto de Matías Chiappe Ippolito, titulado “La cicatriz
europea. Recepción borgeana de la cultura japonesa”[4]. Este
autor concuerda con Balderston en que “fueron esas lecturas europeas un primer
“antecedente de la recepción” o un primer “horizonte de lectura” de la cultura
japonesa desde Latinoamérica”. En cuanto a la cicatriz-la ‘rúbrica’-, ambos
autores proponen que: “…toda la obra de Borges [tiene] una alta carga
significativa ya que sirve para unir el terreno de las armas con el de letras”.
El artículo
comienza citando a Borges: ““[Estas narraciones] son el irresponsable juego de
un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y
tergiversar””. Esto implica que “Historia Universal de la Infamia” se
constituye mucho menos como una transcripción de historias lejanas y exóticas
que como un tratamiento de fuentes ajenas”[5]. Los
cuentos y poemas de Borges (que citaremos más adelante) referidos al Japón, así
lo manifiestan. De esta forma, comienza a establecer paralelismos entre la
literatura japonesa y latinoamericana, introduciendo en sus relatos, temas y
elementos del país nipón.
Junichiro
Tanizaki escribió en 1933 “Elogio de la sombra”[6], donde
argumenta que en occidente la belleza siempre ha estado ligada a la luz, a lo
brillante y a lo blanco. Lo oscuro, lo opaco y lo negro, por su parte, tuvieron
una connotación negativa. Sin embargo, en Japón la sombra no tiene ese aspecto,
sino que es considerada como parte de la belleza. El libro explora la relación
entre lo tenue, el contraluz y las tinieblas. Muestra su aspecto artístico en
la cerámica, en la decoración de viviendas, en sus muros, en lámparas, en vestuarios,
etc.
“De la década
del sesenta en adelante, Borges se concentró en la aplicación de formas y
tópicos de la literatura japonesa dentro de su propia producción…”[7]. Se
supone que algunas de las primeras ideas que tomó de la cultura japonesa,
fueron las de los contrastes y de los claroscuros, que aplicó en los versos y
prosas breves de su propio “Elogio de la sombra”, de 1969. Introdujo además el
tema de la ceguera, la vejez y la ética. En el “Prólogo” del libro, destaca la
importancia de enseñar valores éticos, incluso antes que conocimientos
científicos, puesto que: “La prudencia y la justicia […] corresponden a todas
las épocas y a todos los lugares, somos perpetuamente moralistas y sólo a veces
geómatras.”[8]
Además, le anuncia al lector que sus versos apelan a la emoción poética y no a
la información o el razonamiento.
Por su parte, el
poema “Elogio de la sombra”, que da título al libro, menciona con una cálida
belleza a la vejez y a su ceguera, donde “…convergen los caminos que me han
traído a mi secreto centro.”[9] Así,
enumerando recuerdos, aspira a saber quién es. Aspiración, sin dudas, de muchos
de nosotros.
Continuando con
poemas japoneses, leímos en el taller “Diecisiete haiku”[10], del
libro de Borges titulado “La cifra”. En ellos, introduce imágenes auditivas,
táctiles y olfativas, no priorizando tanto las visuales, quizás por su ceguera,
como acostumbran los poetas orientales. Aún así, “Los haiku borgeanos son un
ejemplo de la captación del espíritu nipón…”[11]. Baste
un ejemplo para ello,
“Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela”.
En su libro “La
rosa profunda” de 1975, Borges incluye el poema “El Oriente”[12], que desarrolla
una “suerte de catálogo de elementos asiáticos, en su mayoría producciones
humanas como caravanas, sedas, versos, vasijas, naves, tés…”[13]. Pero
también es un repaso por las diferentes creencias religiosas, sobre las que
ironiza con este verso “¡Cuánta invención para poblar el ocio!”. Continúa el
poema con retazos de hechos históricos que son, como muchos otros, los que
hacen de la literatura borgeana una puerta abierta que invita a indagar, a
inquirir, en cientos de lecturas más.
Seguimos leyendo
a continuación el poema “Caja de música”[14], del
libro “Historia de la noche”, de 1977. Es una celebración a la música japonesa
que compara con gotas de miel o de oro, a cada una de sus melodías, que van
renovando “…una trama eterna y frágil, misteriosa y clara.” No importa su
origen para apreciarla puesto que “En esa música yo soy. Yo quiero ser”. ¿No es
la mejor forma de describir lo que significa la música para nosotros?
Luego de su
viaje a Japón en 1979, Borges escribió los poemas que muestran la diferencia
entre los parámetros occidentales y los japoneses. Tituló “Shinto”[15] a un
texto sobre el sintoísmo. Enumera en él, las “aventura ínfimas” que nos salvan
de la desdicha: hechos y cosas pequeñas que como númenes o divinidades del
sintoísmo nos tocan, nos alivian…y se marchan, como un soplo, como una serena
caricia. Por ejemplo, “los primeros jazmines de noviembre, el olor de una
biblioteca o del sándalo, una etimología imprevista…”
“El bastón de
laca”[16], del
libro “La cifra”, es un compendio de las miles de actividades humanas que hacen
posible el disfrute de los objetos que colman nuestra vida cotidiana. En este
caso, un bastón con su génesis en el bambú, en el artesano, en la historia
imperial, en la filosofía, en la practicidad y, en definitiva, en una maraña de
vínculos humanos que hace factible la marcha del universo. ¿Humanos?, si,
aunque… “No es imposible que Alguien haya premeditado este vínculo”.
La magia del
juego astrológico “El go”[17], lo
representa Borges en su poema del mismo nombre, siempre en el libro “La cifra”.
Un tablero que es el mapa del universo y sus fichas blancas y negras que
“…agotarán el tiempo”. Un juego que es la antigüedad, es el amor y es la
ignorancia de los hombres ante los númenes, la “…revelación de un laberinto que
nunca será mío”.
Los poemas
mencionados hasta aquí son “…como ejemplos de los temas borgeanos más
recurrentes: los laberintos, la infinidad, lo ilusorio…”[18], pero
aún así no son capaces, según Borges, de concebir a la cultura japonesa en todo
su esplendor metafísico. Tal vez por eso escribió “Nihon”[19] (La
Cifra), que podríamos traducir como ‘Nippon’: origen del sol. En estos versos,
antes de enumerar elementos físicos del Imperio del Sol, señala infinitos
atributos místicos “…de suerte que si pronunciamos o pensamos una palabra,
ocurren paralelamente infinitos hechos en infinitas orbes inconcebibles”. Una
vez más, la enumeración de los temas borgeanos, la búsqueda unida a su
humildad, puesto que al fin reconoce: “En ese delicado laberinto no me fue dado
penetrar”.
Así y todo, “…esta
necesidad de vivir la experiencia japonesa en carne propia es la perspectiva
final que Borges dejó de su acercamiento a Japón, una manera no-completa de
comprensión…”[20],
dado que primó una experiencia latinoamericana de lo japonés, pero sin olvidar
su considerable afinidad con la cultura oriental.
Con estas
lecturas, con estos gratos descubrimientos y aprendizajes, con esta maravilla
que es intentar el camino intrincado de la laberíntica literatura borgeana,
dimos por terminado (como si eso fuera posible) el tema “Borges y el Japón”.
[1] Balderston, Daniel, Borges, realidades y simulacros, Buenos Aires , Biblos,
2000, p. 13.
[2] Borges, Jorge Luis. Historia Universal de la Infamia, Buenos Aires, Emecé Editores, 2005, p. 81.
[3] Borges, Jorge Luis, Ficciones,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 111.
[4] En https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[5] En https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[6] http://www.quelibroleo.com/el-elogio-de-la-sombra
[7] https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[8] Borges, Jorge Luis. Elogio de
la sombra, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p.35.
[9] Borges, Jorge Luis. Elogio de
la sombra, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 95.
[10] Borges, Jorge Luis. La cifra, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p.
71.
[11] https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[12] Borges, Jorge Luis. La rosa
profunda, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 255.
[13] https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[14] Borges, Jorge Luis. Historia
de la noche, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 68.
[15] Borges, Jorge Luis. La cifra,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 68.
[16] Borges, Jorge Luis. La cifra,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 64.
[17] Borges, Jorge Luis. La cifra,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 67.
[18] https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf
[19] Borges, Jorge Luis. La cifra,
Buenos Aires, Sudamericana, 2011, p. 75.
[20] https://www.bn.gov.ar/resources/conferences/pdfs/matiaschiappeippolito.pdf